(Aves, Ito Jakuchi, 1760)
Nadie quiere la vieja pistola de mi padre.
Duerme en el hospital por primera vez.
Una vieja CZ 45 checa sin registro,
que aún dispara poesía a diario por whatsapp.
Intento platearla; la maldita declama sin cesar
y me espanta compradores potenciales.
Insiste en un mundo lleno de ángeles y monos,
en ordenar lo impresentable. Insiste en respirar.
Pero el aire de su tiempo se agota: Es buen acero dicen,
no esta picada y, con algo de amor, puede volver a matar.
Quiero olvidar el frío costado metálico al caminar.
Dejar de anticiparlo en cada cintura desconocida.
Enterrar cada vez que deseo o reniego
de mis alas heredadas, al grito del gallo.
Pálido, enorme, de uñas encarnadas, desdentado,
raja de su semen ante la viuda en cama cuatro.
Vivir matándolo, aún mucho después de su partida.
Saberme, a mi mismo, la vieja pistola de mi padre.