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Arte que destruye .... ¿ o arte que nutre ?



Hace diez días recibí la llamada de una amiga furibunda por una exhibición del artista costarricense Habacuc en una galería de Managua. Ella preparaba una petición para sacarlo de la Bienal Centroamericana y estaba dispuesta a untar con excremento de perro obras suyas en exhibición en el Museo de Arte y Diseño Contemporáneo en San José...

Artículo en Costa Rica sobre la exposición

Logré apaciguarla explicándo que esa era exactamente la reacción deseada por el artista, ya que su obra se basa en provocación, aderezada con algunos comentarios sobre el poder, la crueldad y el absurdo, pero esencialmente provocación, para generar prensa, polémica y reconocimiento.

Articulo en diario español sobre el asunto

Aparentemente la cosa no solo creció sino que trascendió océanos... Pero más allá de gritar "¡Censura!" o acusar de hipocresía a quienes ni se acercarían a un perro sarnoso en la calle y ahora critican esta propuesta artística, cuesta encontrar argumentos que justifiquen el maltrato o abuso animal o humano - incluídos aquellos de la autonomía del arte -.

FOTOS DE OTRO PERFORMANCE, ACTUALIZADO AL 2011, DEL MISMO ARTISTA

Si honramos con fama y dinero a artistas que basan su obra en perpetrar abusos como PAGAR A ADICTOS CON DROGA PARA QUE SE DEJEN HACER ACTOS ABSURDOS, traficar con la dignidad de personas con problemas mentales o CONVERTIR RESTOS HUMANOS EN BIENES DE CONSUMO ULTRA-ELITISTAS (tendencias que por cierto originan en el mal llamado primer mundo y posteriormente son achacadas a la pornomiseria latinoamericana), entonces la obra de Habacuc es asombrosamente coherente con lo que el establecimiento internacional del arte define como logro y nos invita a emular.

Los adictos hacen lo que sea por un par de dósis, los muertos no se quejan de lo que hagan con sus cuerpos, los locos no entienden las implicaciones a menudo nada dignificantes que se les proponen, los perros callejeros excepto contadas ocasiones, y esta es una de ellas, se apagan en silencio...

No debería extrañarnos que cada vez surga mayor presión social por un arte contemporáneo que deje atrás el cinísmo y el star system. Vivimos ensombrecidos tiempos neocoloniales, de eficiente y cruel esclavitud humana y animal, de rentables guerras mejor calculadas que nunca y de destrucción y desperdicio natural sin par en la historia de la humanidad.

Ante tal oscuridad es comprensible que las personas esperen del arte una luz dignificadora y no un agujero negro más de desesperanza... pero esto no se logra con censura, sino proponiendo y llevando a cabo proyectos creativos de construcción, comunicación e interaccion social que trasciendan el fácil turismo plástico de la ocurrencia provocativa, tan de moda en bienales, ferias y galerías...

¿Que tanta fama y prensa le hubiera traído a este artista convertir el espacio de la galería en un hospital temporal para nutrir y sanar a los desafortunados perros de las calles de Managua? ¿Acaso se retribuye y honra de igual manera el arte que busca nutrir y sanar? ¿No será que la crueldad y el abuso son mucho más rentables y resuenan mucho más en nuestros insensibilizados oídos?

Yo no apuntaría tan rápido el dedo hacia Habacuc, sino que primero lo volvería hacia nosotros mismos, particuarmente hacia la profundamente injusta sociedad primermundista del desperdicio y el abuso, y hacía nuestra obsesión por integrarnos a ella, aún a costa de asumir sus antivalores.